Nuria Rivas Zarazaga

Nombre Apellido: Nuria Rivas Zarazaga

Pais: España

Ciudad: Zaragoza

Nacionalidad: Española

Formación: Universidad

Sector: Tercer Sector

Puesto: Socia fundadora y presidenta

Empresa + Web: Asociación de Personas con Amputaciones y/o Agenesias de Aragón (ADAMPI-Aragón) http://www.adampiaragon.org/

Podríamos decir que mi vida tuvo un antes y un después tras el diagnóstico de un cáncer de huesos en el año 2000. Hasta ese momento, mi día a día discurría de una forma normal y relativamente feliz. Las inquietudes de mi interior me habían permitido hacer muchas cosas hasta esa fecha, pero también me habían generado algunos quebraderos de cabeza… muchos puede que propios de la edad, otros, estoy segura, creados por esta cabeza mía que a veces no para de cuestionarse y plantearse cosas.


Había terminado la carrera de Terapia Ocupacional (carrera hermosa donde las haya) y me disponía a empezar Magisterio de Educación Especial en un año en el que convalidaba mis estudios con mi primer trabajo “serio”.

Hasta entonces, el trabajo de monitora y entrenadora de baloncesto y las clases particulares de idiomas que hacía, no me habían supuesto entrar en el mundo laboral propiamente dicho.


El baloncesto era el hobby que más me gustaba y por el que sentía auténtica pasión. Me permitía desarrollar una serie de habilidades físicas y me definía a muchos niveles. Es un deporte que me permitió socializar y conocer a mucha gente maravillosa y también conocer, en un campus de verano, al que años después se convertiría en mi compañero y esposo. Nunca llegué a ser deportista de élite, sólo rocé esa sensación en contadas ocasiones, pero mi compromiso con este deporte y mi amor por él eran el mismo que el que cualquier profesional pudiera desarrollar.


Basketball was the resignation harder to assume when the doctor confirmed that, suddenly and without hardly realizing it, I had to say goodbye to my passion. It was a moment in which nothing mattered anymore and the future without basketball made life something very black.


Esa fue la renuncia que más me costó asumir cuando el médico me confirmó que, de repente y sin apenas darme cuenta, tenía que decir adiós a mi pasión. Hubo un instante en el que ya nada importaba y el futuro sin esa parte tan importante de mi vida se tornaba algo más negro de lo que yo nunca había vivido.


Tras años de lucha con el cáncer y una posterior infección, tomamos la determinación de amputar la pierna para poder abandonar esos años de hospital y los diferentes riesgos que aún podían existir en mi mermada extremidad.

Entre intervención e intervención, me preparé unas oposiciones para Técnica Auxiliar Sociocultural del Ayuntamiento de mi ciudad y, aunque soy interina, este es el trabajo que ejerzo desde hace más de diez años. En plena preparación pusimos fecha a la intervención. Tocaba echar el resto en varios “frentes”.


Al decir adiós a mi pierna, cerré una puerta importante de mi vida, pero trabajé para abrir más de una ventana que me permitiera no dejar nunca de admirar la luz del sol. Una luz del sol que nunca dejó de estar ahí. Y es en ese momento cuando también decido que, junto con otros compañeros/as amputados/as, ha llegado la hora de crear una entidad que ayude a abrir ventanas y se convierta en esa luz al final del túnel para todas esas personas que vengan detrás en el proceso.

Todo comenzó cuando al experimentar todo lo positivo que me aportaba el conocer a gente amputada, decidí tratar de acercar esa sensación, esos recursos, ese apoyo a las personas de nuestra CCAA que estuvieran pasando o fueran a pasar por algo similar.


Tuve varias motivaciones:


La principal es tratar de transmitir el mismo cambio que yo sentí cuando conocí a más personas amputadas antes de mi intervención. El cambiar la idea que yo tenía de lo que iba a ser mi vida y adaptarlo a una realidad que estas personas me mostraron, me permitió abordar el proceso de una forma más positiva y realista. Conocer esa realidad me permitió aterrizar y descubrir que, algunas cosas, las había imaginado mucho peor de lo que luego fueron realmente.


Otra cuestión que me movilizó mucho fue el descubrir la injusta situación que vivimos las personas con amputaciones, sobre todo las que la hemos sufrido como consecuencia de una enfermedad común. El hecho de no tener apenas apoyo, ni que se dé el tan necesario equipo multidisciplinar a la hora de atendernos, y que, sobre todo, el catálogo ortoprotésico no ofrezca las innovaciones propias del siglo en que vivimos (y haga que tu calidad de vida dependa exclusivamente de tu capacidad económica) hizo que me rebelara ante todo esto y que no me conformara con quejarme desde mi casa. Es injusto, sí, pero la gente tiene que saberlo y nosotros/as, como colectivo, también tenemos que movernos. Las cosas no se cambian solas.


Si tengo que hablar de las oportunidades y amenazas que me he encontrado en el camino, podría hacer la siguiente enumeración:


Oportunidades: La gente tan maravillosa que conoces en el camino; Las sinergias que creas con estas personas; Los proyectos que te ilusionan y sientes que cambian el mundo aportando un granito de arena; La sensación, cuando miras atrás, de que sí han cambiado algunas cosas y de que sí has podido contribuir a una posible mejora, por pequeña que sea; Las ganas de seguir aprendiendo. Siempre. De todo y de todos/as; La capacidad de sentir que siempre está en tu mano lo que quieres hacer y cómo hacerlo; El hecho de que quedarte sentada protestando no te sirve, que para cambiar las cosas hay que tener una actitud, ya no activa exclusivamente, sino proactiva; Lo reconfortante que es sentir que una persona lleva mejor el proceso porque le ha podido servir tu aportación, apoyo, información…


Amenazas: A veces, decepción y ganas de abandonar cuando las cosas no salen como esperas o no recibes los apoyos que consideras necesarios; Es complicado distinguir, cuando los resultados esperados no llegan, si es porque no lo estás haciendo bien o si es porque es cuestión de tiempo y éstos llegarán. A veces no tengo muy claro si he de ser crítica con mi manera de hacer las cosas o si no he dejar de confiar en mí, porque tal vez sea sólo eso: cuestión de tiempo; El tomarte algunas negativas como algo personal (estoy aprendiendo a no hacerlo); El asumir demasiados proyectos, ideas y compromisos porque te ilusionan, pero te alejan de tu objetivo principal; El no saber contagiar siempre a la gente la importancia del proyecto y la importancia de que, lo mucho o poco que aporten, es un mundo en los temas sociales. Todo suma y todo es importante y, cuantas más ideas, voluntades, ganas de cambiar las cosas, etc. sumemos, más cerca estaremos de mejorar nuestras circunstancias; A veces, el tratar de asentar avances sobre cuestiones bien instaladas puede que, más que prudencia, se deba a un miedo excesivo a arriesgar y fallar o arriesgar y “agotar cartuchos”. Hay “jugadas” potentes, cosas más arriesgadas que reconozco que me “asustan” de alguna manera por si, al intentarlo, no salen todo lo bien que se presupone. Esto también me hace cuestionarme mucho si es coherencia y ganas de hacer las cosas bien antes de seguir avanzando deprisa o si, efectivamente, hay más miedo al riesgo que otra cosa.

Entender que cada persona vive su proceso de una manera y que ésta no tiene por qué coincidir con la tuya

Sigo trabajando por estar cada día mejor formada, tanto a nivel de competencias profesionales (tanto para mi trabajo como para la asociación), como competencias más personales, que me permitan llegar a ser mi mejor versión y, por ello, lograr crear un buen ambiente de trabajo. Siento que siempre estoy aprendiendo y que, por lo tanto, todo el mundo puede enseñarme algo. Eso me permite estar con una actitud humilde ante cualquier persona y lo que me pueda aportar, y por ello trato siempre de desarrollar una escucha activa.

Creo que, la mayoría del tiempo y de las veces, pienso en clave de solución. Ante cualquier problema, es necesario desahogarse algo, pero no estancarse ahí. A partir de ese momento, hay que intentar salir del bucle y pensar: “Bien, ya conozco el problema… ahora, vayamos a por las soluciones, que seguro que las hay” (el asumir que no hay soluciones o que no son las que puede que más nos gusten, también es una solución, así que no tiene cabida una excesiva preocupación por las cosas).

Creo que, aunque es bueno anticiparse a ciertos problemas, creo que no debe ser esa actitud la que guíe nuestra acción. Una cosa es prevenir o no pasar por alto cuestiones importantes, y otra muy distinta enfocarnos desde ahí, desde el problema (hasta entonces inexistente) y ver todo bajo ese prisma, a través de esos “cristales”.

He incrementado mi grado de flexibilidad ante los diferentes puntos de vista de las cosas y, aunque aún me queda mucho, agradezco y valoro el cambio.

Como he comentado anteriormente, me parece importante no perder de vista tu objetivo, que sea él desde el que te “enfoques” y de alguna manera construya tu actitud y tu manera de funcionar dentro del proyecto. No es lo mismo si te “enfocas” desde el “voy a escuchar a toda persona que venga” a que lo hagas pensando “con lo liada que voy, ya viene esta persona a molestar”, cuando a lo mejor uno de tus objetivos y responsabilidades es precisamente ese: acoger a la gente.

Le doy mucha importancia también al no rendirse y pensar que todo tiene una solución.

Crear un equipo de trabajo motivado y hacer las cosas lo más fáciles y cómodas posibles, creo que genera un buen ambiente que permite muchas veces alcanzar metas que parecían inabarcables.

En mi caso no pienso en la discapacidad para nada a la hora de seguir a mi corazón. En el caso de la asociación la tengo en cuenta porque siento lo injusto que es que no se cubran nuestras necesidades como colectivo, pero a la hora de llevar a cabo proyectos, o de hacer cosas, o de emprender cualquier iniciativa, la discapacidad no suele entrar por mi cabeza.

En relación con lo anterior, yo les diría que se enfocaran desde la ilusión, desde el corazón y desde la pasión por el proyecto. Si luego la discapacidad influye o hay que tenerla en cuenta (a veces es necesario por cuestiones prácticas, pero no siempre), entonces ya os pondréis a ello, pero no antes.

Si la discapacidad es sobrevenida, a mí me ha servido elaborar el duelo de lo que ya no puedo hacer como antes y, una vez hecha la despedida, me he centrado en las nuevas ilusiones que han ido apareciendo y no las he comparado para nada con el pasado ni con “lo que podría haber sido si…” Trato de no “utilizar” mi discapacidad. Esto es un tema sutil, delicado y difícil de explicar, pero creo que la discapacidad no debe “usarse” de según qué manera.

Les recomendaría mucha formación, a muchísimos niveles (relacionado con lo que vayan a emprender, pero también abriendo miras); que probasen de vez en cuando salir de su zona de confort.

Seguro que se sorprenden.

También creo que deben tratar de crear buenos equipos, donde la gente se sienta cómoda y se trabaje a gusto. Preocuparnos de verdad por nuestra gente. Que sientan que estamos ahí también. La flexibilidad, la honestidad y la humildad creo que deben estar en nuestro ADN y en todo lo que hagamos y transmitamos. Reconocer nuestros errores cuando se produzcan y saber disculparnos por ellos. Eso genera más confianza y mejor ambiente.

Es importante también conocer todos los recursos de tu zona. Recursos relacionados con tu campo, que te puedan facilitar las cosas, que te puedan aportar formación e información, que sirvan como plataforma a la hora de reivindicar cuestiones o permitan optimizar recursos cuando sólo con tu proyecto no llegas, que ofrezcan servicios compatibles con los tuyos y podáis generar sinergias e intercambios…

A mí me ayuda el reconocer, cuando las cosas no salen todo lo bien que esperaba, que eso es normal, que pocas cosas (por no decir ninguna) salen bien a la primera y no por eso hay que rendirse. Hay una frase que dice algo así como: “Si al final no sale bien, es porque eso no era el final”. También me ayuda el pensar que hay otras entidades que, a día de hoy son grandes y que el llegar hasta donde están les ha supuesto, entre otras cosas, dos que a mí me ayuda pensar: no llegarían allí en dos días y seguramente no se rendirían cuando las cosas no salieran como esperaban. Es en esos momentos de más “desesperación” o frustración cuando hay que echar el resto y, como decimos en mi tierra “no reblar”. Eso marcará la diferencia entre unas entidades que sólo lo intentan y las que, además, lo consiguen.

Me encanta la gente anónima que hace muchísimo en su día a día y apenas nadie lo sabe ni se le reconoce. Cada día conozco múltiples muestras de personas que están ahí, dando lo mejor de sí mismos para intentar cambiar las cosas. Gente sencilla que, sin alardes, realiza grandísimos trabajos, grandísimos proyectos… Y siempre sin desfallecer, y sin sentir que nadie les deba nada, y siempre con ilusión. Cualquier persona, en cualquier ámbito, que trabaja con honestidad e ilusión me llena de alegría el corazón y me hace seguir ilusionada por cada nuevo día y por todo lo que la vida puede ofrecernos. Esa gente que cambia pequeñas grandes cosas es la que realmente me conmueve y me motiva a seguir adelante.

No conozco mucho acerca del Emprendimiento Inclusivo así, con esa terminología tan específica… Quizás diría que se deben generar los medios, las herramientas y los caminos para que, las personas que quieran emprender, puedan hacerlo de la forma más sencilla y práctica posible, sin que la discapacidad sea un motivo que frene, desanime o eche para atrás a nadie. Valorando el hacer todos estos recursos accesibles para todo el mundo, hacemos que sirva de verdad para eso: para todo el mundo (incluyendo cualquier tipo de colectivo que se puede ver discriminado o rechazado o puede tenerlo algo más difícil, no sólo el de las personas con discapacidad). Desarrollaría y no dejaría que se bajase ni el nivel ni el ritmo en todo lo relativo a logros del colectivo. Es decir, el hecho de que estemos hablando de esto es porque ya ha habido unos logros previos. Creo que esto debe ir a más y de una forma exponencial.

Creo que todavía hay algunas debilidades por superar como el hecho de pensar que, por que se tenga una discapacidad, hay cosas que no van con nosotros/as. O pensar que nuestra diferencia, en ocasiones, de ritmos, va a suponer una menor eficacia o eficiencia en el proceso. O creer además que nuestra discapacidad puede suponer un número de bajas laborales mayor al de otras personas.